jueves, 23 de junio de 2011

El espacio público y la religión

Lo siguiente es tomado de una disertación de Myriam Tardugno Garbarino en el "Encuentro Ciudadano sobre Librepensamiento y Laicidad" realizado en Montevideo en octubre de 2010.

"A fines de 1859 se designa a Jacinto Vera como Vicario apostólico [de Montevideo], quien reorganiza la iglesia, sustituyendo a los sacerdotes liberales por otros de su confianza, agentes leales, convencidos y obedientes de la santa sede, con espíritu de ciega obediencia a la jerarquía del papa inefable.
En 1860 la "Revista Católica" define su posicion doctrinaria, diciendo "TOLERANCIA es el arma destructora de guerras de la filosofía del siglo, cuyo eco, cuyo estruendo hipócritamente dulce y engañoso resonó como el canto de la sirena en medio de hombres apasionados, ambiciosos e inmorales....quienes por cálculo, o como medio de realizar sus bastardos deseos... alzan su voz imprudente a favor del fatídico clamoreo y robusteciendo la falange infernal... proclamaron en fin: la tolerancia!!!"
En 1861 ocurre en la República un lamentable episodio, que se repetiría varias veces, a lo largo y ancho de América. Ese año la iglesia uruguaya comienza a practicar, de la mano de Jacinto Vera, un tipo de coerción espiritual y humillación personal y familiar: la negación de los auxilios religiosos a los creyentes en trance de muerte, que se agrava con la negativa a dar sepultura a los fallecidos a quienes se les había negado la absolución. Recordemos que los cementerios estaban en manos de la iglesia.
En abril de ese año, en la ciudad de San José, el médico alemán Enrique Jacobson, católico y masón, en trance de muerte solicita los auxilios espirituales de la iglesia. Concurre a su casa el cura Madruga quien enterado de que Jacobson era masón, le intima a abjurar de dicha calidad bajo amenaza de no concederle la extremaunción. Jacobson se niega y muere sin recibir los sacramentos. Pero no conforme, el cura Madruga no permite que el difunto sea sepultado en el cementerio local. Familiares, amigos y sus Hermanos masones, lo trasladan a Montevideo, y es conducido hasta la iglesia matriz (con la autorización previa del cura de la misma), pero al llegar encuentran las puertas cerradas. Se produce un pequeño tumulto, en que la policía debe imponer el orden, y finalmente la autoridad civil autoriza a que el difunto sea sepultado en el Cementerio Central. El vicario Jacinto Vera reclama la exhumación del cadáver, emitiendo una resolución en la que declara que el cementerio ha sido "violado" y prohíbe a los curas, bajo las mas severas penas eclesiásticas, dar licencia de enterramiento hasta que el cadáver de Jacobson no sea desenterrado.
La autoridad civil reacciona frente a estas declaraciones respondiendo que "en el caso del entierro fue concedido con la autorización del Gobierno, por la autoridad a cuyo cargo está el cementerio". Y para cortar el mal de raíz se decreta la secularización de los cementerios."

Este ejemplo histórico remarca la importancia de que el estado y la religión mantengan siempre la mayor distancia posible.
www.tips-fb.com Twitter icon